Públicado en La República 19-8-11, Montevideo
Claudio Rama
Economista (UCV-UdelaR); posdoctorado en Filosofía de la Educación (Unicamp); posdoctorado en Educación (Unesr); ex director del Instituto Internacional de la Unesco para la Educación Superior en América Latina y el Caribe (IESALC)
La apertura económica, las complejidades productivas, la expansión del conocimiento y la competencia de profesionales están impulsando el aumento de los posgrados a escala global. Es el desafío para los sistemas universitarios centrados en el grado cuyo título es el requisito en el mercado laboral. Esa realidad tiende a cambiar y hay un nuevo rumbo que sigue a los médicos que solo luego de concluir una especialidad médica es que ingresan al ejercicio profesional. El título de grado tiende a menores retornos económicos, e impulsa a los profesionales a estudios de posgrado. La diferencia de salarios entre bachilleres y universitarios se acorta y el salto salarial se da luego de 20 años de estudios, o sea luego de la maestría y el doctorado. O más aún, en las dos mejores universidades de Latinoamérica, la UNAM y Unicamp, para ingresar como docente de planta se requiere posdoctorado. El grado, que antes era el ciclo final de los estudios universitarios, se ha tornado en una nueva educación media y el ciclo de posgrado como la educación superior.
América Latina está frente a este desafío global y desde los 90 expande los posgrados. Entre 1994 y el 2000 estos crecieron al 31% anual. En 1994 eran apenas 185.393 estudiantes de posgrado, el 2,5% del total de los universitarios. En el 2000, eran ya 535.198, el 3,6%. En el 2006, el 4.2% y actualmente son cerca de un millón, el 5% del total. Sin embargo, es abismal la distancia con el mundo desarrollado donde más del 25% de los estudiantes universitarios, son de posgrado.
En Uruguay los estudios de posgrados son muy reducidos afectando con una incidencia cada vez mayor en el desarrollo. Aunque lamentablemente las estadísticas universitarias uruguayas son incompletas en tanto la UdelaR no rinde cuentas y se desconoce cuántos estudiantes de posgrado tiene, si se conocen los ingresantes y los egresos de todo el sistema. En el 2009 iniciaron estudios de posgrados apenas 2820 profesionales, de los cuales el 51,3% lo hizo en universidades privadas. Mientras en la UdelaR el ingreso de posgraduantes era apenas el 2,7% de su total, en las privadas de cada 100 estudiantes que ingresaron en ese año el 28% lo hizo en posgrados. En ese mismo año, egresaron 1079 posgraduados del sistema universitario de los cuales el 41% provinieron de las universidades privadas.
De cada 100 egresos de la UdelaR apenas el 11,8% eran de estudios de posgrado, en tanto que de cada 100 egresados de las privadas, el 24,3% era de estudios de posgrado. La conclusión es simple. Gracias al aporte de la educación privada el país está pudiendo formar los pocos profesionales altamente especializados que existen. Ello se produce ante una mayor cantidad de posgrados de menor duración en las privadas, de una mayor focalización del sector privado a las nuevas demandas del mercado y a la concentración de la UdelaR en la absorción de demandas masivas de grado. Ante esa realidad el Consejo Técnico Consultivo de la Educación Terciaria Privada del MEC ha iniciado una política para restringir los posgrados privados a través del Dictamen 328, pretendiendo cambiar los estándares del Decreto 308, a través de normas de dudosa validez jurídica, más exigentes que la ordenanza de posgrado de la Udelar y que conciben a las maestrías y doctorados solo como programas académicos teóricos y de investigación y limitando su diversidad como programas profesionales articulados al ejercicio profesional. Ello junto a autorizaciones lentas y arbitrarias, están impidiendo cumplir la demanda de posgrados que profesionales y empresas reclaman en términos de cantidad, diversidad y criterios de calidad.
La reducida oferta de posgrados en el país, tiene un impacto en la fuga de cerebros en tanto drenaje de capital humano y pérdida de recursos en el país. La ausencia de incentivos, la oferta academicista y la reglamentación burocrática asfixiante limita la formación de capacidades que hoy se constituye en el centro del desarrollo y cuello de botella de la expansión económica del país. Según la Unesco, para el año 2008 el Uruguay tenía 2207 estudiantes terciarios fuera del país: entre los cuales 500 en Argentina, 458 en USA, 367 en Cuba, 308 en España y 140 en Francia. Se infiere que en Uruguay los estudiantes de posgrado que se van al extranjero a estudiar ante la ausencia de ofertas locales son casi el 30% de los estudiantes de posgrado. Solo las elites universitarias y de altos ingresos acceden a esta posibilidad. Además, en la región el 15% no los estudiantes que van a los países desarrollados no regresan. En Uruguay este guarismo puede ser mayor.
A escala mundial los sistemas fomentan la diversidad y la educación especializada que requieren las sociedades modernas, mientras que en Uruguay el objetivo parece ser limitar la formación de capital humano local privado e impulsar la formación de posgrados a los que pueden irse al extranjero. Estas visiones erróneas, finalmente la paga toda la sociedad.