El limitado acceso a la universidad. ¿Más difícil que un pobre entre que un camello pase por el ojo de una aguja? Eco. Claudio Rama (Dr. ED; Dr. DER)
El limitado acceso a la universidad. ¿Más difícil que un pobre entre que un camello pase por el ojo de una aguja?
Eco. Claudio Rama (Dr. ED; Dr. DER)
Artículo publicado en el Diario La República . julio 2018
Las políticas de educación en el nivel superior tienen siempre como eje el impulso a la calidad, en tanto recursos humanos más capacitados mejoran las oportunidades y beneficios para las personas y la sociedad. Sin embargo también se requiere aumentar la cobertura, o sea que más personas estudien y egresen, que hace que la acción pública, especialmente en sociedades democráticas, se oriente al tiempo a promover la equidad –igualdad para todos- en el acceso y el egreso. La equidad implica un aumento de la cobertura al ingresar sectores anteriormente excluidos (menores ingresos, del interior, con limitaciones diversas) y que gracias al ingreso al nivel terciario mejoran sus vidas.
En la política pública de educación superior en el país el eje de la calidad no se ha constituido en el centro: ausencia de creación de un sistema de aseguramiento de la calidad, escaso impulso a políticas de internacionalización, poco desarrollo de doctorados, escaso incentivo salarial docente a la meritocracia o baja competencia. Sin embargo, la realidad también muestra que tampoco la equidad se ha constituido en el centro de la política pública en el sector terciario.
Los datos muestran que en el largo período desde el año 2006 hasta el año 2016, el porcentaje de la población de 25 a 29 años en el primer quintil de ingreso que son las más pobres, y que han alcanzado educación terciaria no sólo tiene una escasísima participación, sino que no ha tenido ningún mejoramiento de su situación. Al contrario, hay un estancamiento en el ingreso de los pobres a la educación terciaria. En el año 2006, apenas el 2% de los jóvenes de 25 a 29 años procedentes del quintil más bajo alcanzaba a la educación terciaria. Dicho indicador fue de 2% también en el 2007, luego bajo al 1,2% en el 2008; se mantuvo en 1,2% en el 2009, fue de 1,4% en el 2010, 2% en el 2011; 2,3% en el 2012; paso a 1,7% en el 2013; 2,2% en el 2014; 2,2% en el 2015 y 1,7% en el 2016. De punta a punta bajaron 15%. Ello refiere exclusivamente a aquellos que accedieron a la educación terciaria, no a quienes la concluyeron que es un dato inexistente. Tampoco refiere a alcanzar la educación universitaria, sino a toda la educación terciaria que engloba además de los estudiantes universitarios de UDELAR, UTEC, ANEP y las instituciones de educación superior privada, a todos los institutos de educación terciaria no universitaria (policial, militar, técnica, cultural, deportiva, etc.).
Los datos muestran así -y en forma estable- que durante estos diez años, que apenas uno de cada 50 jóvenes del quintil más bajo de ingresos económicos del país accede a la educación terciaria. Ello indicaría que las becas del Fondo de Solidaridad y el adicional de los impuesto destinado a inversiones de la UDELAR y que financian los egresados de la educación universitaria pública (no terciaria ya que los de ANEP no pagan), no han movido la aguja para favorecer cambios en los recorridos de vida de los sectores de bajos ingresos en el país, según los datos del Instituto Nacional de Estadística.
Comparando esos indicadores con los guarismos de los resultados de los estudiantes procedentes de familias de mayores ingresos, las inequidades se aprecian más fuertemente. En el mismo período del 2006 al 2016, los jóvenes procedentes del quintil 5 de mayores ingresos se han mantenido casi estables: en el 2006, el 55% de esos jóvenes alcanzó a la educación terciaria, y luego de haber subido al 57,4% en el 2007, durante el resto del periodo osciló con tendencia a una estabilidad pero por debajo de estos guarismos: 47,9% en el 2008; 49,4% en el 2009; 50,3% en el 2010; 53,1% en el 2011; 54,1% en el 2012; 54,2% en el 2013; 53,8% en el 2014; 54% en el 2015 y 53,5% en el 2016. O sea que en el quintil más alto, tampoco aumento el acceso a la educación terciaria. El estancamiento es en ambas puntas sociales durante 10 años
Mientras que uno de cada 2 de jóvenes de los quintiles más ricos alcanzaron a la educación terciaria en los últimos 10 años, solo 1 de cada 50 jóvenes de 25 a 29 años de los quintiles más pobres tuvieron esa oportunidad. Con ello se aprecia claramente que la equidad social en la educación terciaria no existe en Uruguay y que las políticas públicas no alteraron esa situación en los últimos diez años.
La ausencia de cambios se ha dado a pesar del incremento de los recursos presupuestales públicos y del aumento de cobertura de la educación privada. En términos constantes el presupuesto público pasó de 34.787 millones de pesos en el 2006 a 75.589 millones en el 2016 con un incremento real de 117,3%. Además el presupuesto público destinado a la educación creció en promedio en mayor proporción que el PIB durante el período, y como porcentaje del PIB el aumento fue de 41% al pasar de una incidencia del 3,37% en el 2006 al 4,76 % en el 2016.
Sin embargo, el acceso de los pobres a la educación superior no tuvo ningún incremento en esos diez años, a pesar de los organismos de educación superior alcanzan el 17,2% de esos montos, sin incluir el presupuesto del Consejo de Formación en Educación que son el 5% de los del CODICEN. Cada agregar además los ingresos recibidos por la UDELAR y las becas estudiantiles correspondientes a los pagos de los profesionales del país egresados de las instituciones públicas al Fondo de Solidaridad.
Si pudiéramos poner los datos en la mesa de aquellos que culminaron los estudios terciarios por quintiles de ingresos, la inequidad en el gasto público sería aún mayor y la desigualdad entre el sector de ingresos más altos y el más bajo. Sin embargo, el informe del MEC analiza los datos de los concluyentes sociales de los otros ciclos educativos pero excluye claramente los datos de los que culminaron la educación terciaria por quintiles de ingreso. En tal sentido, peor situación que la que revelan los datos de la desigualdad social del acceso y de cómo la educación no se está constituyendo en un factor de creación de igualdades en Uruguay, es la exclusión de datos en el informe del MEC.
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