lunes, 24 de septiembre de 2018

Balance del Congreso Nacional de Educación: la política como centralidad Eco. Claudio Rama (Dr. ED; Dr. DER)


Balance del Congreso Nacional de Educación: la política como centralidad

Eco. Claudio Rama (Dr. ED; Dr. DER)


Artículo publicado en La República - julio 2018

Por tercera vez (2006 y 2013) se realizó en el 2017 el Congreso Nacional de Educación a cuyas actas e informes publicados en su web se agrega ahora un libro con los debates de sus relatorías y conclusiones, que permiten tener una acabada perspectiva el evento.
Con 722 delegados designados representantes de ámbitos territoriales y sectoriales y una efectiva participación de 402, correspondiente al 52%, el evento se realizó en el interior y su relativo carácter masivo repercutió en la organización del evento y en la infraestructura planificada que sobrepasaron la planificación prevista y afectaron temporalmente el funcionamiento colectivo según se refiere en las actas.
El Congreso tuvo como eje central promover y legitimar el proyecto de  creación de la Universidad de Educación que el Gobierno presentó por segunda vez al Parlamento. Por ello incluso, el propio nombre del Congreso se hizo en homenaje a Enriqueta Compte y Riqué (1866-1949), no al hecho de haber sido ésta impulsora de la educación preescolar, sino al hecho de que la insigne maestra, nacida en España de donde vino muy joven,  presentó en 1926 un  Proyecto de Creación de la Facultad de Pedagogía, más allá que éste quedara marginado frente al proyecto del rector Vaz Ferreira que condujo a la creación legislativa de la Facultad de Humanidades de la UDELAR, más centrada en cursos libres y estudios culturales generales que en la formación pedagógica de los educadores.
El Congreso Nacional de Educación discutió sobre lo sagrado y lo divino de la educación, atento a una amplia participación en encuentros previos, especialmente en el interior y la ausencia de un diagnóstico conductor de la situación real de la educación.  Fue así pensado como una gran tormenta de ideas que recorrió los paradigmas tradicionales. Aunque se planteó por parte de Pablo Da Silveira, que actuaba en representación del Partido Nacional,  que hubiera un informe de la situación educativa del país a cargo del INEEd, incorporar aportes de especialistas del mundo académico, invitar a realizar exposiciones a organizaciones de la sociedad civil, realizar una feria de experiencias innovadoras, elaborar un plan de urgencia educativo y que participaran representantes del Poder Legislativo,  la Comisión organizadora descartó esas propuestas  y el evento se constituyó más en una gran caja de reflexión abierta con escaso rumbo que no fuera el proyecto gubernamental de creación de la Universidad de Educación.
Pero tampoco el eje articulador era buscar aportes, experiencias o incluso negociaciones con miras a alcanzar un proyecto legislativo de consenso, sino que se reivindicaba que ya en 2006, los docentes aprobaron la creación de una universidad de la educación autónoma, cogobernada, nacional, pública y gratuita, y que si no fuese como se exigía, que no se debía aprobar la creación de la Universidad. Todo o nada. Incluso cuando se planteó poner como centro un sistema de educación superior pública, ello fue desechado en tanto el centro era exclusivamente la Universidad de Educación.
Sin embargo, también está visión dicotómica reveló la ausencia de consensos claros en la comunidad de los profesores y maestros egresados de los institutos terciarios públicos respecto a la creación de la Universidad y sus  beneficios o desventajas del egreso con título universitario para los actores involucrados. El pago del Fondo de Solidaridad sobre volaba el ambiente. En los análisis se planteó una transición para permitir igualdad de condiciones para los profesores del interior, de correspondencia y equiparación curricular, la preocupación de la oferta docente que surgiría con la Universidad de Educación y también la verdadera preparación de profesores frente a los futuros estudiantes universitarios. También surgieron interrogantes sobre las elecciones de cargos en la estructura universitaria; si habrá oportunidades para los estudiantes de los IFD para adquirir la condición de universitarios; en cómo se irían a contabilizar los créditos para su reválida, si tendrán el mismo peso los cursos presenciales que los realizados a través de plataformas virtuales o sobre cómo se contabilizarán los créditos de las universidades privadas.
En relación al cogobierno, aunque se cuestionó si este es el camino para gobernar la futura universidad, predominó el enfoque de un gobierno autónomo de los órdenes estudiantil,  docentes y egresado, aunque también se planteó un cuarto orden integrado por los funcionarios no docentes y que este sea a nivel nacional y en todos sus centros, rechazando la presencia del Poder Ejecutivo, la UDELAR o cualquier actor social o institucional externo. Todo estuvo marcado a la partitura del proyecto de Ley del Poder Ejecutivo.
En este escenario el Congreso Nacional de Educación dejo fuera del debate demasiados temas importantes. Se posicionó como un evento político de apoyo al proyecto de Ley del Gobierno y en tal sentido fue estrecho en el análisis de las dinámicas de la educación preuniversitaria y pública. Se careció de un enfoque global, se centró en los docentes y no en los verdaderos destinatarios de la educación como son los estudiantes o la sociedad, se pensó en clave de cargos en esa futura universidad y no se atendió, ni los problemas reales ni los temas d equidad o calidad. En esta materia, las laterales reflexiones no refirieron a la necesidad de un sistema de aseguramiento externo de la calidad, a un sistema de ascensos basados en los méritos y evaluaciones externas, en la necesidad de expandir los posgrados en el país, en un análisis de la situación real de la educación en el país y a partir de allí la formulación de opciones y recorridos.
Fue como una explosión de ideas, y una mirada al ombligo pero sin un diagnóstico externo y preciso cuando la sociedad avanza a pasos acelerados a un cambio tecnológico. Pero los cambios en los conocimientos, en los mercados de trabajo, en las tecnologías educativas, en la centralidad del estudiante y en nuevas formas de gestión en red y descentralizadas no están en la agenda.