lunes, 24 de septiembre de 2018

“Is the economic, stupid” Claudio Rama (Eco., Dr. ED., Dr. DER.)

“Is the economic, stupid” Claudio Rama (Eco., Dr. ED., Dr. DER.) Artículo publicado en La República - 24 de setiembre 2018 “Es la economía, estúpido”, es una frase creada en la campaña electoral de1992 por Clinton contra el discurso del Presidente Bush que basaba su reelección en los éxitos de la Guerra del Golfo librada por la coalición autorizada por Naciones Unidas de 34 países y liderada por Estados Unidos contra Irak para liberar Kuwait. Mientras Bush planteaba los éxitos de su acción internacional y la gente se obnubilaba con el patriotismo, Clinton se centraba en enfocar la discusión en el problema más profundo de la sociedad americana: la economía. La frase, y especialmente su entonación, coloca lo central por encima de lo secundario y más allá de la multicausalidad de los temas sociales, remite a pensar en los problemas y sus soluciones, a partir de la existencia de un conflicto superior que se deriva en otros niveles. Les llamamos variables principales y variables secundarias, y donde sin resolverse los primeros, los otros tenderán a perdurar y serán difíciles o imposibles de resolver definitivamente. Bajo esta mirada, sostengo que el principal problema de la educación superior en Uruguay en el largo plazo, remite a un conjunto de políticas económicas de larga data y estructurales pero que se han incrementado en los últimos lustros, que han deteriorado los retornos económicos de quienes estudian frente a quienes no lo hacen. Los beneficios de estudiar - para las personas, no para la sociedad - son cada vez menores en el Uruguay, lo cual facilita desde la emigración profesional, la deserción, sistemas menos exigentes de control de calidad, baja formación docente, mayor corporativismo defensivo con menor competencia en los mercados profesionales, o baja actualización académica, entre otros aspectos que caracterizan al sistema superior. En tal sentido muchos de los problemas educativos son una derivación de esa ausencia de retornos para los que estudian frente a los que no estudian, de aquellos que sacrifican tiempo y recursos para adquirir mejores competencias frente a quienes no realizan esos esfuerzos y trabajos, de aquellos que se focalizan en los méritos frente a los que se apoyan en otros sistemas de reconocimientos como la antigüedad, la política igualitarista, la burocracia estatal o las regulaciones impositivas. Los análisis sobre la problemática educativa apuntan hacia múltiples aspectos. Desde la baja calidad de los aprendizajes a la ausencia de un sistema externo de aseguramiento de la calidad; de las escasas cualificaciones de competencias docentes de los profesores a la reducida cobertura y formación de postgrado. Se ha apuntado a la calidad de las infraestructuras, a los niveles de formación de los ciclos anterior, a la gobernanza corporativa de las instituciones, a la escasa competencia y el alto nivel de monopolio en la oferta pública, a la masificación que facilita la deserción, al centralismo montevideano, o al peso sindical en la gestión en detrimento de los aspectos académicos o gerenciales. También se ha focalizado la atención en la existencia de programas desactualizados y enfoques curriculares tradicionales centrados en mera transferencia de conocimientos y no en creación de competencias. Otros focalizan que los problemas educativos, no son de las estructuras académicas, sino que son del contexto social en el cual vienen los estudiantes o de donde están instalados los centros educativos. O que los recursos son escasos, y que los problemas de la educación en Uruguay están asociados fundamentalmente a los salarios de los docentes. Otros consideran que la ausencia de incentivos a la formación y el ascenso por antigüedad está en el centro de las debilidades. Algunos colocan los problemas educativos estrictamente en la educación secundaria, y el cambio cultural de los jóvenes en términos de intereses frente a las rigideces de este sector. O incluso que las autoridades han sido nombradas por el gobierno, o las tribus académicas. Otros remiten a los niveles de formación de las autoridades designadas y sus competencias. En fin, la lista de explicaciones es larga. Sin embargo, más allá de su importancia, ellos son elementos secundarios asociados con distinta intensidad al cuadro general de decrecientes beneficios de estudiar en el Uruguay, o mejor aún, de trabajar como profesional en el país. Si uno no proyecta emigrar, no está dentro de estructuras corporativizadas o de elites que se auto reproducen, cabe preguntarse para que estudiar si los concursos públicos no evalúan capacidades y títulos, si los salarios no se mueven por cualificación sino por antigüedad, si las rentas de los profesionales no son significativamente superiores que las rentas de quienes no han realizado estudios, o si los concursos realmente competitivos en la selección laboral son escasos en el sector público. En estos días un estudio mostraba que en la educación media, la deserción tiene un incentivo en tanto los retornos de quienes abandonan a la mitad son similares a los que tendrán al graduarse quienes continúen estudiando. Los ingresos que obtienen los egresados no cubren esfuerzos y expectativas, ni son superiores que los que reciben los que no han estudiado. En el ciclo universitario ello aumenta como resultado de los altos impuestos, los pagos del fondo de solidaridad, la sobre oferta de profesionales, la inexistencia de colegios profesionales o de la ausencia de reservas de mercado para muchas tareas que profesionales o técnicos han estudiado. La estructura tributara y la política social no estimula la inversión en capital humano. Pero además, se ha instalado un criterio de universalismo básico que no estimula la educación, la calidad y los méritos, como lo muestra otro estudio reciente que devela que el comportamiento del ingreso laboral refleja el menor diferencial entre el salario de los trabajadores de mayor y de menor calificación, mostrando que el factor preponderante de la mejora en la distribución del ingreso es el descenso en los retornos provenientes de la educación. La igualdad en la distribución del ingreso no es resultado de un aumento de profesionales con mayores ingresos, sino al contrario de más desertantes de los ciclos educativos y de mayores ingresos económicos corporativizados por quienes no estudian. Mientras los beneficios de la formación y el egreso sean escasos y no sean el mecanismo dominante de ascenso social al carecerse de un enfoque meritocrático social y laboral, para que vale el esfuerzo de estudiar se preguntan muchas personas en el actual Uruguay.