lunes, 17 de agosto de 2020

De la educación terciaria a la universitaria - Eco. Claudio Rama (Dr. ED; Dr. DER.)

La dinámica de la educación superior en Uruguay históricamente, se ha caracterizado por una lógica sistémica fragmentada entre un sector universitario y un sector no universitario que se ha tendido a llamar, meramente terciario. Ello es parte de una separación institucional, académica y laboral que tiene presencia en toda la región. En el caso de Uruguay, se conformo como una estructura relativamente piramidal, donde históricamente la formación profesional tenia rango universitario y además de tipo predominantemente estatal, en tanto que las formaciones consideradas no profesionales orientadas a la formación en los sectores de docencia de nivel medio y magisterial, técnica, de seguridad policial o militar, de deportes, de salud en las áreas de enfermería o de apoyo técnico, así como también las de formación en las áreas culturales, correspondían a un nivel de formación de tipo terciario o incluso de nivel secundario y con mayor incidencia del sector privado. El IPA o las UTU eran sus expresiones junto a muchas otras como las variadas formaciones tradicionales de enfermeras, de los policías, militares, técnicos y deportistas, que tenían niveles de formación más escasos. Esta estructura diferenciada y jerarquizada, fue resultado en Uruguay de una sobrevalorización de la formación profesional de tipo teórica y catedrática sobre las otras formaciones que correspondían a actividades con alta aplicación practica y de conocimientos instrumentales, con una orientación concreta al mundo laboral. Era parte de una visión elitista de la formación universitaria, que separaba actividades supuestamente intelectuales y dirección, frente a actividades prácticas de ejecución. En los últimos años toda la educación superior está en recomposición, expansión y diferenciación, lo cual ha derivado en una tensión entre políticas, sectores e idea. En una de las aristas de esta compleja reforma de la educación superior se asiste a una demanda de universitarización de la formación técnica, de la formación docente, de la formación artística, de la formación física y de la formación policial y militar. Es parte de una reforma de la educación superior en Uruguay que se viene verificando desde la restauración democrática y que se caracteriza por impulsar un proceso de diferenciación institucional con el pasaje de la universidad sistema a un sistema de educación superior con la creación de universidades privadas y de nuevas universidades públicas, y que al tiempo canaliza las demandas de una universitarización de la formación terciaria en las distintas áreas del conocimiento y del trabajo, superando las viejas dicotomías. Se conforma como una elevación de los niveles de formación en las llamadas áreas no profesionales, que eran terciarias o incluso también como elevación de niveles de formación inferiores como la educación técnica, a cargo del Consejo de Educación Técnico Profesional (ex –UTU) y de múltiples instituciones públicas y privadas. Es una transformación global hacia mayores exigencias de formación y que al tiempo es acompañada por un proceso de posgraduarización de la formación de grado profesional universitaria, inicialmente por una exigencia de estudios de posgrado – especializaciones y crecientemente de maestría y que se profundizará también en la exigencia de niveles de formación doctorales para adquirir las competencias y los niveles de calidad y especialización necesarios en el mundo del trabajo. Que florezcan 100 flores Es una transformación está cambiando los niveles de jerarquización al interior del sistema de educación superior, que tiende a pasar desde una jerarquía en los niveles 6 y 5 (universitario y terciario) a una nueva dada por los niveles 7 (maestría) y 6 (grado) dentro de la Clasificación Internacional Normativa de la Educación (CINE). La diferenciación y segmentación de los niveles de formación de las personas comienza a estar dada por los estudios de posgrado frente a estudios de grado, y no entre estudios universitarios frente a estudios terciarios como ha sido tradicional. Esta reconfiguración institucional con la elevación de nivel de las tradicionales ofertas terciarias, técnicas y no profesional se está produciendo a través de muy distintas formas institucionales y organizativas, con distinta intensidad y profundidad, y con variados niveles de conflictos y tensiones. Es un escenario necesario y que debe promoverse. Ella debe implicar a la vez que este proceso no sea en las mismas instituciones ni que las nuevas deban de tener los mismos modelos organizacionales, sino que sea una elevación del nivel de formación que aumente a la vez la diversidad y la diferenciación institucional y pedagógica. Allí está la discusión. Si las instituciones universitarias nuevas (tipo UTEC, Universidad de la Educación o universidades privadas) deben tener el mismo modelo organizacional que la UDELAR o incluso si las nuevas demandas universitarias (enfermeras, diseñadores, actores, deportistas, etc.) deben canalizarse hacia la institución existente. En el largo plazo, no hay duda, el enfoque más conveniente se encierra en la vieja frase de Mao de 1959: “permitir que 100 flores florezcan y que cien escuelas de pensamiento compitan es la política de promover el progreso en las artes y de las ciencias”. Es crear nuevos caminos que no sólo ayuden a formarse en el nivel universitario, sino a la vez que ello que el país aumente la diversidad de su sistema de educación superior.