domingo, 7 de enero de 2007

Comentario: El gran desafío para la universidad argentina. por Nora Lía Jabif. Diario La Gaceta, Tucuman, Argentina

La Universidad argentina corre el riesgo de quedarse sin objeto, ya que la producción de conocimiento ya no es patrimonio exclusivo del campo universitario.

Desde el nacimiento de las universidades del siglo XIII, como emergentes de una cristiandad que postulaba el nexo entre fe y razón y que vivía, como Erasmo, la ignorancia como pecado, hasta las universidades del siglo XXI como productoras de “papers” en escala industrial no sólo han transcurrido ocho siglos. En ese lapso, el mundo social ha experimentado su propio giro copernicano, y la democratización del conocimiento les ha quitado a las universidades su tradicional pátina de “templos” del saber, y ha llevado a la superficie los conflictos y desafíos organizacionales que este viraje conceptual conlleva.De ese salto -y de los retos que enfrenta la universidad en el siglo XXI- da cuenta “La tercera reforma de la Educación Superior en América Latina”, de Claudio Rama. El autor, que dirige el Instituto Internacional de la UNESCO para la educación superior en América Latina, recorre la historia de las universidades de esta parte del continente, desde su creación como instituciones religiosas hasta los procesos de laicización de esos organismos, mellados por la Reforma universitaria de 1918, hasta el impacto que estos han recibido a partir de la década de 1990. Precisamente, los cambios generados en ese período son la plataforma para lo que Rama define “la tercera reforma” de la Educación Superior.Rama observa que si la primera Reforma Universitaria permitió la movilidad social, la segunda -que coincidió con el crecimiento de la matrícula- se ocupó de aliviar el impacto de la primera, tras las reformas económicas de los años 1980, que obligaron a las Universidades de América Latina a revisar las ideas de ingreso irrestricto y de gratuidad. La tercera Reforma, en su visión, es la de los tiempos que corren: la de una universidad, dice el autor, que no parece funcionar como “Universitas”, en el sentido amplio de la palabra, porque ya no puede englobar todos los saberes. “El saber es tan amplio que ninguna caja parecería poder abarcarlo todo”, afirma el experto uruguayo.El aporte de Rama es bienvenido, y suena a advertencia, porque la crisis del sistema universitario en este primer tramo del siglo XXI tiene plena actualidad, tanto en la Argentina como en el resto del mundo. Con una óptica diferente de la que ejercitaron en su momento críticos del saber universitario, como Pierre Bourdieu o como el propio Michel Foucault, que desmontan con criterio arqueológico el corazón profundo de los “supuestos saberes”, el autor analiza las fisuras de la Universidad en su faz organizativa e institucional. En esta línea, en Tucumán hay aportes investigativos como los de Ivonne Bianco (quien, en “Organización y Universidad. La toma de decisiones en órganos colegiados”, concluye que -al menos en lo que a la Universidad Nacional de Tucumán respecta- el poder está centralizado en la figura del rector) y “La educación superior en Tucumán: escenario, políticas de Reforma y cambios institucionales”, de Mercedes Leal y Sergio Robin. En la misma dirección, hay otros aportes críticos, como el del filósofo Francisco Naishtat, quien vincula la actual crisis la Universidad Nacional de Buenos Aires con la del sistema de delegación que experimentó la sociedad argentina “post diciembre de 2001”, sumado ello al impacto de los procesos económicos de los años 80 y 90 en las universidades públicas latinoamericanas. Si se mira el discurrir de la Universidad argentina a la luz de la obra de Rama, se desprende que en este tránsito agitado por su “segunda reforma” la institución no está bien parada para enfrentar la etapa que viene: la de las universidades virtuales o globales, a tono con la mundialización política del resto de las instituciones, y con la “mercantilización de los saberes”. La Tercera Reforma, afirma el autor, es aquella que plantea la educación transfronteriza, en momentos en que el monopolio del conocimiento ha escapado de las aulas y de los laboratorios de las universidades, y se ha mudado a las empresas y a la red de la información. Los datos que aporta el experto dan cuenta de la magnitud de la revolución que está experimentando el sistema de la educación superior en América Latina: en el año 2000, el 1,3 por ciento de la matrícula ya correspondía al esquema de educación virtual, que insume menos costos que la educación presencial. Vale detenerse en esta advertencia: “La educación virtual, por sus costos, puede llegar a ser universal, y la educación presencial puede convertirse en la modalidad a la que accedan las elites”.En la profundización del planteo de Rama está el verdadero desafío para la Universidad argentina, que corre el riesgo de quedarse sin objeto: aventura el autor -y la realidad le va dando la razón- que la producción de conocimiento ya no es patrimonio exclusivo del campo universitario, y que el valor del título se desvanece frente a las competencias adquiridas en la “escuela de la vida”. Un proceso que, a su vez, arrastra a la confrontación entre la actitud del “saber por el saber” frente a un concepto cada vez más utilitario del conocimiento.Ante este panorama en el cual parece haberse desdibujado el imaginario fundacional de las universidades como catedrales del saber, Rama les pronostica que tal vez quede como destino para estas su potencial de ser un “ámbito de confrontación de las diversidades”. El panorama trazado por el funcionario de la UNESCO les plantea a las universidades argentinas -tanto a las públicas como a las privadas- el reto de redefinir su misión y su visión, y no ya como meras formulaciones de marketing, sino como modos de encontrar las respuestas a la pregunta acerca del sentido de la institución universitaria en el siglo XXI, tanto en lo que compete a los esfuerzos e inversión del Estado para sostenerla, como en la necesidad de desacralizar los “supuestos saberes”. (c) LA GACETA