Competencias profesionales: nuevo eje de las reformas universitarias - Claudio Rama
Desde mediados de los noventa la región inició una oleada reformista educativa centrada en la evaluación y acreditación. Fue una etapa marcada por tensiones entre la autonomía y la regulación externa y que buscaba mejorar la calidad a través de la creación de agencias de acreditación de calidad. En su inicio voluntarias, basadas en indicadores de insumos y procesos, de tipo académicas, presenciales, algo burocráticas y cada vez más formales pero que contribuyeron a impulsar una cultura de la calidad y abrir un lento camino de reformas en los sistemas universitarios. Uruguay, sin embargo, fue uno de las pocas excepciones que no incorporó un marco normativo sistémico en la materia y apenas tuyo una acción muy limitada a través del MERCOSUR. Dentro de estas reformas de la calidad se están impulsando cambios en los modelos educativos que ponen el acento en el currículo por competencias, promueven una nueva articulación entre educación y trabajo y un cambio en el enfoque de la pertinencia de la universidad. El eje de estas transformaciones está en la centralidad de las competencias en el proceso educativo y no la mera transferencia de información o conocimientos. Ello se está realizando a través de múltiples instrumentos: pasantías y prácticas, enseñanza basada en problemas, competencias genéricas transversales como idiomas, ética o informática; estudios de casos; modelos de simulación; pedagogías informáticas; enseñanza en el lugar de trabajo o movilidad internacional. Se busca superar las visiones teorizantes y la enseñanza como un mundo de meros conceptos e ideas. Esta reforma enfrenta sin embargo múltiples resistencias. Desde los tradicionales enfoques ideológicos o de las corporaciones, ella implica una pérdida de control por parte de las universidades sobre la dinámica educativa y la sumisión de las ofertas a las demandas del mercado y la lógica del trabajo. Para otros, esta reforma curricular es la que permite una real pertinencia de la enseñanza, detener el retraso educativo y poner al estudiante como centro del proceso educativo.
Es parte de un camino que plantea el “saber hacer” como objetivo inseparable del “saber” e implica un cambio sobre que es y quién define la calidad. En Europa el sistema universitario se basa en un enfoque por competencias, y en la región más países, como México o Brasil, avanzan en este camino. USA, es el mejor sistema universitario, en parte porque desde el siglo XIX el pragmatismo es la base filosófica de la educación. Vale releer como Varela valoró y trató de incorporar esas ideas en el Uruguay.
Este enfoque instrumental no es sólo el esquema para organizar los contenidos y las ofertas educativas, sino que impone una organización educativa centrada en el aprendizaje por encima de la enseñanza. Es la base que impulsa la incorporación de tecnologías de autoaprendizaje y un cambio en el rol del docente; que incorpora a los Colegios profesionales, las empresas y la sociedad en los rumbos educativos, que busca sincronizar el trabajo con la enseñanza, agrega nuevas competencias no profesionales y concibe la calidad como la adquisición de la cartera de competencias de las personas. En lo teórico, gesta pedagogías centradas en el entorno, supera los enfoques academicistas a través de la práctica y da mayor libertad a los estudiantes en sus caminos de vida al interior de la creciente sociedad global del conocimiento.
Es éste un debate incipiente y aún caricaturesco: para unos como camino hacia la calidad, la pertinencia y la internacionalización en esta sociedad global del saber; para otros, un paso en la mercantilización del conocimiento, el vaciado de contenidos y la robotización profesional. Pero así empiezan las discusiones y los procesos de creación de ideas y de definición de estrategias: con el camino de la discusión política. Nuestro sistema educativo uruguayo esta focalizado en transferir conocimientos y no en formar competencias. Allí está el nudo de la “cuestión” educativa. La alta deserción en educación media y la falta de capacidades de muchos egresados es una prueba. La necesidad de una universidad tecnológica es apenas una expresión de una necesidad de una enseñanza que de competencias a sus egresados y que supera las carreras técnicas, para tener que concebirse en toda la educación. En Uruguay, sin duda que hay problemas educativos de estructura y arquitectura organizacional y más aún de poder y de gobierno. Pero el problema central y por ende el debate no debería focalizarse en un maniqueismo entre dirección corporativa o política. Tendría que centrarse también en las ideas de nuestra sociedad y de sus diversos actores. La “madre de las batallas educativas” es cultural, de ideas, de los verdaderos objetivos de la enseñanza, en el currículo para el aprendizaje, en la pertinencia de la educación para el trabajo en una sociedad en transformación. Un debate centrado en el poder sin ideas fuerza que no sea de organización y gobierno, tiene el riesgo de terminar siendo un reparto de cuotas de poder y no centrarse en el tema central que es la articulación entre educación y trabajo, donde las competencias son el puente de unir y estrechar ambas orillas fuertemente
Etiquetas: competencias profesionales, Uruguay
<< Inicio