¿La pandemia como oportunidad? - Diario La República
¿La pandemia como oportunidad?
Eco. Claudio Rama (Dr. ED; Dr. DER.)
La pandemia
es sin duda una crisis y con ello una desgracia para millones de personas que
han perdido empleo, ingresos y muchos de ellos incluso la vida. Es una
disrupción de una dimensión que será objeto de estudios y análisis por años, y
también un largo tiempo se tardará en volver a tener los macroequilibrios del
pasado, pero en una realidad distinta. La acepción de la definición de crisis
para los chinos es igual a cambio, y por ende, oportunidad. Las crisis siempre han
implicado un cambio, una disrupción en la sociedad, y especialmente en la
economía, y marcan el punto de corte entre prácticas y dinámicas del pasado que
ya no tienen viabilidad y el inicio o el aceleramiento de nuevos escenarios y caminos.
La pandemia, más allá de impactos
momentáneos en todos los sectores de la vida social, tendrá coletazos más
marcadamente en los sectores menos eficientes, en los sectores donde existen
peores sistemas de gestión, derroches de recursos, poca pertinencia a las
necesidades reales y una escasa articulación a sus clientes, consumidores o
proveedores de servicios. Pero sobre todo también impactará en los sectores
menos articulados a las nuevas dinámicas tecnológicas digitales de
funcionamiento de los mercados ni a las reales demandas de la sociedad.
En estos
días, se ha planteado correctamente que la crisis actual afectará más
fuertemente a las empresas más ineficientes en la prestación de los servicios y
productos, a aquellas con tecnologías más simples y con escaso valor agregado. En
nuestras estos sociedades los sectores menos eficientes son aquellos más
tradicionales, de más uso de mano de obra con menos capacitaciones y con menos
incorporación de tecnologías al estar lejos de la frontera tecnológica en las
prestaciones de sus bienes y servicios a los consumidores.
En educación
pasa lo mismo que en los otros sectores, y están siendo afectadas más
intensamente las dinámicas educativas con escasa intensidad en el uso de
tecnologías de información y comunicación en la gestión, en el seguimiento de
los alumnos, en las ofertas a distancia, en las características de los recursos
de aprendizaje, en los sistemas de evaluación y en el uso de sistemas
sincrónicos y asincrónicos en red. El impacto será mayor donde existe una
educación burocratizada en exceso, con sobre carga de docentes, con aulas
saturadas, bajos resultados de aprendizaje y reducidas tasas de titulación.
En el país,
estas son incluso realidades que se han incrementado en estos años a pesar de
los enormes aportes financieros, como resultado de una visión de la educación
centrada en un paradigma presencial y un criterio por el cual la calidad se
alcanza agregando más costos a la educación y no transformando los sistemas de
enseñanza tradicional de tiza, lengua y pizarrón.
En este
sentido, en lo educativo, la crisis económica derivada de la pandemia y de la
herencia dejada del periodo anterior, necesariamente debe introducir –ya lo está haciendo muy rápido- un
cambio en el modelo educativo hacia un formato digital y al tiempo establecer
mayores niveles de eficiencia y racionalidad en el uso de recursos. En tal
sentido se debe acelerar la reingeniería en curso hacia la aplicación de dinámicas
de gestión informatizadas y mayor impulso a la educación virtual e híbrida, con
recursos de aprendizaje digitales, con apoyos tutoriales informatizados y tutorías
digitales tanto sincrónicas como asincrónicas al utilizarse como recursos de
aprendizaje tipo You tube o MOOCs, y buscando reducir el alto peso de personal.
A escala mundial se está reduciendo el
alto peso del gasto administrativo y docente, a diferencia que en
nuestra realidad universitaria.
Ello al
tiempo debe favorecer un reposicionamiento en esa dirección en las políticas
públicas, en los financiamientos, en la formación de docentes y en la gestión
institucional. La pandemia por su derivación en crisis económica de los
recursos públicos y privados, se nos presenta como la oportunidad de hacer los
ajustes necesarios en el uso racional de los recursos buscando un nivel de
prestación de servicios más eficientes. Más que oportunidad es imprescindible e
incluso era algo que hace tiempo debía de haber sido encarado, y que hubiera
sido más fácil cuando había excesos de
recursos, sino fuera por una cultura del derroche.
El enorme crecimiento del gasto universitario
en los últimos años, sin haber sido acompañado de cambios en la gobernanza, en
las pedagogías y en las lógicas educativas, ha aumentado altamente los niveles
de ineficiencia en las estructuras universitarias y educativas. Al no cambiar
el modelo educativo e introducir dinámicas digitales e híbridas en la
enseñanza, el uso de laboratorios en red en el aprendizaje y la automatización
de los procesos en la gestión, ha llevado a que el incremento del gasto acontecido
incrementara la ineficiencia.
Hace algunos
años, una tesis doctoral del que fui tutor, realizada por Solange Roza Cruz y
titulada “A Eficiência do Financiamento nas Instituições Federais de Ensino
Superior Brasileiras nos Períodos 1995-2009”, realizó el estudio sobre el nivel
de eficiencia de las universidades públicas en un periodo de austeridad (los
gobiernos de Fernando Enrique Cardozo) y durante un periodo de holgura
económica (los gobiernos de Lula), y develó los mayores niveles de eficiencia
en los periodo de austeridad. La tesis analizaba que de 1995 a 2002, el
gobierno brasileño centró su política en la búsqueda de una mayor eficiencia en
el uso de los recursos por parte de las universidades federales, mientras que
en el período 2003-2009, se priorizó la democratización del acceso a la educación
superior, a través de políticas afirmativas, la oferta de becas en
instituciones privadas (PROUNI) y la expansión de las universidades federales
que creó altas ineficiencias. La investigación se centró en evaluar la
eficiencia de las 52 universidades públicas federales, desde 1995 a 2009,
analizando los resultados del
financiamiento de los dos gobiernos que impulsaron diferentes
estrategias para satisfacer la demanda de educación universitaria, y los
resultados revelan que la eficiencia se logró gradualmente en un contexto de
restricción de recursos y gracias a
políticas orientadas a buscar mejores resultados con los mismos o menores
recursos. A diferencia, durante el periodo de Lula, la holgura de recursos y la
política, no sólo significó un descontrol de los gastos, sino que además dio
menores niveles de eficiencia en la mayor parte de las variables educativas. La
relación entre insumos y resultados era
el centro del análisis que verificaba más eficiencia en un período de austeridad.
La misma situación
acontece en Uruguay al analizar la relación entre ingresos económicos y
resultados educativos (sin medir salarios), que muestra la creciente
ineficiencia de las estructuras de gestión universitaria. Es tiempo se relacionar claramente que los bajos
resultados educativos y la escasa eficiencia de resultados, no mejoran agregando más recursos, sino que
es necesario cambiar las formas de organización, la gobernanza, la asignación
de los recursos y las formas de enseñanza ajustándose a los tiempos actuales.
Las instituciones educativas son también organizaciones, y solo encontrarán la
calidad, la eficiencia en la prestación de sus servicios y mejores resultados
introduciendo reingenierías en los sus procesos de funcionamiento. La pandemia
lo está promoviendo y es la oportunidad del cambio con el cierre de la
educación presencial. Pero, ello debe implicar una mayor automatización de los
procesos de gestión, un plan estratégico en esta materia y sin duda un
escenario presupuestal no centrado en más edificios y profesores de tiempo
completo, sino en más estudiantes en todo el país, más tutores de tiempo parcial, más automatización
de los procesos administrativos y de gobernanza y más seguimiento estudiantil
automatizado. (claudiorama@gmail.com)